miércoles, 30 de octubre de 2024
CANTIFLAS AL PODER
Cantinflas al poder
Juan Nuño
Hay un tipo de lenguaje, que los ingleses llaman nonsensical, completamente carente de significado. Muchas veces sucede porque está mal construida una frase, como por ejemplo, afirmar que tres y dos son azul. Otras, porque estando bien formada la expresión, no quiere decir nada: "Los atardeceres digieren los logaritmos al alba”. Ese lenguaje, sin sentido, propiamente insignificante, sólo sirve para hacer reir o, en el peor de los casos, .para hacer poesía, de la mala.
Pero hay otro lenguaje, perfectamente formado, sin fallas sintácticas, con aparente y posible significado y que, sin embargo, es pura retórica, flatusvocis, ruidos fonéticos, con apariencia de discurso bien trabado. El maestro de ese tipo de lenguaje, si no su inventor, fue el genial Cantinflas. Era único: podía hablar tiempo y tiempo, perfectamente articulado, hasta con sentimiento, énfasis y ademanes, y no decir absolutamente nada. Nada: el vacío más completo. El lenguaje como pantalla para tapar la nada. Todo un maestro. Y toda una escuela.
Por eso se habla del cantinflerismo: hablar por hablar. Que no es fácil. Hay que dar la impresión de que se está diciendo algo, de que se está trasmitiendo información, de que existe un contenido, cuando en realidad todo son palabras, sólo palabras, puro viento agitado, un esfuerzo que se agota en sí mismo. Pues bien, el cantinflerismo, que cada día tiende más a ser universal, en Venezuela ha tomado el poder. Nada menos. Debe ser la primera vez que Cantinflas obtiene postmortem un triunfo tan sonado. Todo un gobierno al servicio del cantinflerismo.
Pocas veces se han hecho y se siguen haciendo tantas declaraciones y se pronuncian tantos discursos y se ofrecen tantas promesas. Sin decir absolutamente nada. El más inane de los vacíos. Words. words, more words, no matter from the heart, se quejaba Shakespeare en el quinto acto de Troi lo y Cresida, Words, words, words, le responde Hamlet a Polonio en el acto segundo de la obra. Palabras, palabras. palabras: es todo lo que hasta ahora ha producido este gobierno, por darle algún nombre. El cantinflerismo al frente de un país. La retórica como reemplazo de la política. Hablar por hablar. Que por palabras, no quede.
Pero todos lo saben hace siglos: verba volant. Lo que hace falta son hechos, no palabras: realidades, no discursos: realizaciones, no retórica. ¿Cómo bajar a Cantinflas del trono en que se ha montado? ¿Cómo tener un gobierno que haga, no que hable vaciedades, más o menos hilvanadas?
Pocas ocasiones son tan oportunas como ésta para recordar aquellas palabras que dijera Voltaire, en su divertido Diálogo del Capón y la Gallina: “Sólo se sirven del pensamiento para autorizar sus injusticias y sólo emplean las palabras para ocultar sus pensamientos”. ¿Realmente los tendrán?
Cantinflas al poder
Juan Nuño
Hay un tipo de lenguaje, que los ingleses llaman nonsensical, completamente carente de significado. Muchas veces sucede porque está mal construida una frase, como por ejemplo, afirmar que tres y dos son azul. Otras, porque estando bien formada la expresión, no quiere decir nada: "Los atardeceres digieren los logaritmos al alba”. Ese lenguaje, sin sentido, propiamente insignificante, sólo sirve para hacer reir o, en el peor de los casos, .para hacer poesía, de la mala.
Pero hay otro lenguaje, perfectamente formado, sin fallas sintácticas, con aparente y posible significado y que, sin embargo, es pura retórica, flatusvocis, ruidos fonéticos, con apariencia de discurso bien trabado. El maestro de ese tipo de lenguaje, si no su inventor, fue el genial Cantinflas. Era único: podía hablar tiempo y tiempo, perfectamente articulado, hasta con sentimiento, énfasis y ademanes, y no decir absolutamente nada. Nada: el vacío más completo. El lenguaje como pantalla para tapar la nada. Todo un maestro. Y toda una escuela.
Por eso se habla del cantinflerismo: hablar por hablar. Que no es fácil. Hay que dar la impresión de que se está diciendo algo, de que se está trasmitiendo información, de que existe un contenido, cuando en realidad todo son palabras, sólo palabras, puro viento agitado, un esfuerzo que se agota en sí mismo. Pues bien, el cantinflerismo, que cada día tiende más a ser universal, en Venezuela ha tomado el poder. Nada menos. Debe ser la primera vez que Cantinflas obtiene postmortem un triunfo tan sonado. Todo un gobierno al servicio del cantinflerismo.
Pocas veces se han hecho y se siguen haciendo tantas declaraciones y se pronuncian tantos discursos y se ofrecen tantas promesas. Sin decir absolutamente nada. El más inane de los vacíos. Words. words, more words, no matter from the heart, se quejaba Shakespeare en el quinto acto de Troi lo y Cresida, Words, words, words, le responde Hamlet a Polonio en el acto segundo de la obra. Palabras, palabras. palabras: es todo lo que hasta ahora ha producido este gobierno, por darle algún nombre. El cantinflerismo al frente de un país. La retórica como reemplazo de la política. Hablar por hablar. Que por palabras, no quede.
Pero todos lo saben hace siglos: verba volant. Lo que hace falta son hechos, no palabras: realidades, no discursos: realizaciones, no retórica. ¿Cómo bajar a Cantinflas del trono en que se ha montado? ¿Cómo tener un gobierno que haga, no que hable vaciedades, más o menos hilvanadas?
Pocas ocasiones son tan oportunas como ésta para recordar aquellas palabras que dijera Voltaire, en su divertido Diálogo del Capón y la Gallina: “Sólo se sirven del pensamiento para autorizar sus injusticias y sólo emplean las palabras para ocultar sus pensamientos”. ¿Realmente los tendrán?
lunes, 28 de octubre de 2024
GOLPISTAS
Golpistas
JUAN NUÑO
En la historiografía contemporánea,
el revisionismo designa la corriente
que se propone exculpar al nazismo de sus crímenes, alegando que en realidad no los cometieron o que, si acaso cometieron algunos, sólo hicieron lo que, por lo
demás, siempre se ha hecho a lo largo de la
Historia. Si todos son igualmente malvados, en realidad nadie lo es. Esa tendencia
reivindicadora del nazismo, que comenzó
en Alemania y Francia hace
años, se está extendiendo por todo el mundo. Eso explica que en los Estados Unidos
exista un aspirante a candidato presidencial que haya declarado su admiración por
Hitler y otro, en el Sur, que haya pertenecido a grupos abiertamente nazis. En Europa, aún es peor: los ademanes ya cuentan
con un fuerte resurgimiento de los partidos de extrema derecha; incluyendo a los
neonazis. En Francia, el Frente Nacional
de Le Pen ha logrado un sólido 15% y
obliga a la derecha clásica (sin grandes esfuerzos) a emplear en sus discursos el lenguaje abiertamente racista. En Italia, además de la xenófoba Liga Lombarda, la nieta de Mussolini ha puesto a valer otra vez el nombre del siniestro Duce.
Con tales ejemplos a la vista, no es de extrañar que la tendencia venezolana sea a reivindicar a los golpistas de) 4 de febrero: ahora resulta que, además de patriotas y bolivarianos, son los héroe* del momento, gracias a los cuales se puede rectificar y aún salvar la democracia. Es el mundo al revés, la subversión de los valores políti¬cos. Tanto como decir que gracias al cán-cer pueden los hombres mejorar su salud. Algo así como tener que agradecer a los la¬drones que hayan intentado robar para que nos diéramos cuenta de lo que en rea¬lidad teníamos. ¿Hasta qué punto pueden los golpistas ser los salvadores de la pa¬tria? No estará de más recordar ciertas ex¬periencias, no tan alejadas.
También a la caída del régimen corrup¬to de Isabelita Perón más de uno celebró alborozado la subida al poder de jóvenes oficiales, encabzados por Jorge Rafael Videla. Porque, se decía, además de mili¬tares patriotas y honestos, son argentinos, y Argentina, como es sabido, es un país ci¬vilizado. Lo que sirve para recordar una anécdota de las que llaman personales. Allá por el 47, un joven español, recién lle-gado a Venezuela, huyendo de la larga y asfixiante noche franquista, le preguntó a su profesor de filosofía, el argentino Risieri Frondizi, también en Caracas, también huyendo de la locura peronista, si acaso el régimen de Perón estaba actuando como el de Franco. Frondizi se permitió escan¬dalizarse y darle una lección al joven estu¬diante: “Pero ¿cómo se le ocurre a usted semejante comparación? Tenga en cuenta que Argentina es un país moderno, civili¬zado, prácticamente europeo...”. El joven calló respetuosamente, sin dejar de pensar que precisamente por eso lo preguntaba, pues si mal no recordaba también Alema¬nia era un país moderno o civilizado y cier¬tamente tan europeo o quizá un poco más que Argentina. Y pasó lo que pasó. Mu¬chos años después, ante el mismo Fron¬dizi, ya en otra Caracas, el joven (que mientras, como suele suceder, había dejado de serlo) tuvo ocasión de recordarle a su antiguo profesor sus indignadas pala¬bras. En la Argentina civilizada, moderna y prácticamente europea, habían desapa¬recido más de treinta mil personas y hasta un hermano del profesor había sido asesi¬nado salvajemente por los militares gol- pistas tan patriotas, tan sanmartinianos, tan argentinos. En ese país, no tan alejado de Venezuela, los golpistas, además de ins¬taurar un régimen de terror contra quienes simplemente se atrevieran a pensar, termi-naron por cometer el crimen refinado de secuestrar, de robar a los hijos recién naci¬dos de sus propias víctimas, repartiéndolos como botín de guerra, hasta el punto de que todavía existen centenares de niños desaparecidos que reclaman inútil y deses-peradamente sus abuelas, las conocidas como “abuelas de la Plaza de Mayo”, ma¬dres ya ancianas de aquellos y de aquellas que fueron torturados, violados y desapa¬recidos por los jóvenes y patrióticos mili¬tares golpistas.
Sería bueno tener presente tan edifican¬te ejemplo a la hora de ponerse a entonar loas a cualquier golpista de acá o de allá.
sábado, 26 de octubre de 2024
¿PARA QUé POETAS?
Para qué poetas?
JUAN NUÑO
En los albores del siglo XIX, Hoelderlin lo preguntó acuciante, en su elegía Brod und Weind: “¿Para qué poetas en tiempo de indigencia?". Mucho más tarde, Heidegger, con ese mismo título provocador (Wozu Dichter?, ¿Para qué poetas?), lo intentó responder hacia 1946, con ocasión del vigésimo aniversario de la muerte de Rilke. Pero no lo publicó sino cuatro años más tarde, en la colección de ensayos Holzwege. Su interpretación de Hoelderlin cambió radicalmente el sentido y la visión de esa
poesía.
Al'poco, Jean-Francois Revel, quizá molesto por el tono y las pretensiones metafísicas de Heidegger, respondió con un, desafiante Pour- quoi des philosophes?, que sólo sirvió para desplazar el alcance de la pregunta original de Hoelderlin. No se trata de caer una vez más en la vieja rencilla de filósofos y poetas, nacida de una apresurada e incom-pleta lectura de Platón. Lo que hay que' hacer es tener valor para enfrentarse a la dureza de la cuestión planteada por el poeta alemán hace dos siglos: ¿Para qué los poetas, en tiempos de escasez? Bien difícil lo tendría quien pretendiera negar la indigencia, la escasez, la poquedad, la exigüidad del tiempo que vivimos. Quizá otro también lo haya sido, quizá en, definitiva lo sean todos para quienes los sufren, pero éste en especial y en este rincón del mundo en particular es un tiempo duro, disminuido, ralo, insignificante y raquítico.
No se piense que los malos tiempos políticos son los que agotan la poesía. Ahí están los nombres gigantescos de Pasternak, Mandelstam y Ajmatova para probar lo contrario. Peores tiempos políticos que lo fueron los stalinistas son tiifícilmente imaginables. Y fue justo entonces cuando la voz pura de la poesía mantuvo en alto la dignidad de los hombres. Hay poquedades y parvedades peores que las opresiones políticas. Cuando la cultura se domestica, se oficializa, se burocratiza, llegado es el tiempo de insuficiencia, disminución y miseria intelectual. Entonces es válido preguntar, otra vez sin respuesta, para .qué poetas.
Se inquiere no porque no los haya, sino más bien porque sobran. O los muchos que hay no cumplen con la función irrenunciable de la poesía: ser la voz del futuro y no limitarse a vivir de las migajas del presente ni a caer en la ramplonería cotidiana o en el triste paisaje de las almas urbanas y aquietadas. Para qué poetas si con los que existen puede llenarse una academia y varios ministerios. Ahí está la raíz del daño. Mucho quejarse de los viejos poetas melancólicos, empapados de alcohol, arrastrando una vida mísera y difícil para reemplazarlos por poetas subsidiados, bien arrellanados en asientos oficiales, seguros
del cheque mensual y de la renovación de contratos con el gobierno que sea. Poetas acomodaticios, cor-tesanos, pulidos en el encorvante oficio de las adulaciones y las zamarrerías con quienes momentáneamente manden. ¡Cómo no va a ser tiempo de indigencia si hasta la poesía se viste de carné político y se reparten cargos y prebendas!
Ganas entran de pedir que vuelvan los viejos poetas del alcohol y de la bohemia, de Verlaine a Gerbasi, Eran poetas: seres que tienen la extraña cualidad de pensar en imágenes y de exponer las ideas con formas y sonidos de insondable belleza.
Nada menos que Aristóteles, en el noveno libro de su Poética lo afirma: “La poesía es más filosófica y de más valor que la Historia”. Se entiende: la auténtica poesía, aquella quizá que caracterizó alguien que sabia ser poeta, John Keats: "Si la poesía no sale tan natural como las hojas de un árbol, mejor que no salga jamás”.
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