Oscar Tenreiro
I
El estado de cosas
político de la Venezuela actual, el cual aspiramos comenzar a superar este 6
de Diciembre, surgió de una aspiración revolucionaria
identificada con la izquierda política, pero su principal soporte práctico se
lo ha dado el izquierdismo. Y uso el
sufijo para diferenciar a la izquierda política con todo lo que ella busca y
tan bien analizó Norberto Bobbio, de la idea de pertenecer
a ella, de construir una identidad con
ella, de hacerse miembro, tomándola como estandarte, de una especie de secta
que funciona como escudo que defiende de toda objeción moral. El izquierdismo vivido de ese modo y sobre
todo el izquierdismo revolucionario es como una
enfermedad del entendimiento que suspende la necesidad de pensar y ver la
realidad. Y alimenta graves deformaciones.
Una de ellas es que alienta el ejercicio
dictatorial del Poder del mismo modo como el derechismo lo alimenta con argumentos
aparentemente contrarios. Y de ello tenemos una prueba dramática en la
experiencia venezolana. Porque el Régimen chavista ha
sido, óigase bien, tan cruel y abusivo, tan desdeñoso de los derechos
democráticos, tan agresivo contra quienes se le oponen, tan corrupto, tan
arrogante, tan extremo en su desprecio por toda forma civilizada de actuar en
el ámbito público, como lo han sido las peores dictaduras de derechas del
mundo en general. Y ni siquiera en las que ha sufrido América Latina se ha
llegado a los niveles de abuso que hemos sufrido los venezolanos.
Tal vez la única diferencia a favor de lo
de aquí estaría en que su policía represiva no ha promovido directamente el
asesinato y el secuestro físico de opositores políticos, ante lo cual es
imprescindible hacer notar que ha promovido el secuestro psicológico mediante
presiones de todo tipo, que tiene decenas de presos políticos entre los
cuales uno, Leopoldo López, ha sido vejado hasta niveles extremos y
finalmente que la promoción de la impunidad gracias a la inacción frente al
crimen común, asociada a la destrucción del Poder Judicial y a la creación de
mafias dentro del mismo aparato del Estado asociadas a colectivos paramilitares, ha
favorecido, promovido y estimulado el crimen hasta cotas que han hecho de las
ciudades territorios dominados por el miedo. Y el miedo ha sido su principal
arma.
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Desde muy poco tiempo después de la
instauración del Régimen en 1999 era posible pues decir que los venezolanos
padecíamos una dictadura. El que se celebraran elecciones y se permitiera la
expresión del pensamiento parecía sin embargo mantener una imagen democrática
hasta que se hizo evidente un proceso de silenciamiento y acoso a los medios
que ha terminado en una hegemonía comunicacional
característicamente dictatorial.
Y las campañas electorales han sido
prácticamente confiscadas desde el Poder, continuando durante ellas el encadenamiento nacional de los
medios (casi diario en tiempos normales), practicándose descaradamente el
cohecho (se han regalado electrodomésticos por el país entero cuando el
dinero era abundante), una de cuyas formas, las presiones sobre los empleados
públicos, es desvergonzada. Ayer mismo hubo una de esas cadenas con los
mismos ataques vociferantes a la oposición.
Y ante todo esto, manifiestamente
dictatorial, el mundo izquierdista
latinoamericano ha guardado silencio: el Régimen venezolano pertenece a su
misma secta. Pinochet era dictador pero el de aquí es Presidente. ¿No debería este
silencio cómplice, esta tolerancia, hacer reflexionar? ¿No debería ser la
experiencia venezolana un punto de partida para denunciar al izquierdismo con la misma fuerza con la
cual se han denunciado los abusos de las derechas extremas?
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El haber sufrido el silencio cómplice de
tanta gente que se jacta de promover el perfeccionamiento de los mecanismos
democráticos nos convierte a los venezolanos en protagonistas de una experiencia
que tendrá que ser un fundamento importante para la modernización del debate
político latinoamericano al promover la superación de los prejuicios
derivados del culto al izquierdismo. Debería
contribuir a evitar los falsos dilemas entre quienes, siendo diferentes
(derechas e izquierdas siguen siendo posiciones típicas del mundo político),
coinciden sin embargo en la necesidad de sostener los valores democráticos.
Porque eso es lo que más importa en sociedades como la nuestra y en toda
América Latina especialmente, que la democracia se preserve, que se superen
las tentaciones del Poder sin restricciones, pero a la vez que se dejen fuera
las oposiciones falsas, que terminan erosionando el juego democrático hasta
desacreditarlo y dejar, como ocurrió aquí, el terreno preparado para un
proceso político alimentado por los desencuentros, que atizó
irresponsablemente contradicciones y creo otras nuevas en su provecho, con el
resultado actual de ruina y disgregación generalizada. Y eso pese a los
millones generosos del petróleo, que fueron administrados poniendo en primer
término los prejuicios y lugares comunes del izquierdismo
revolucionario.
Prejuicios asociados al culto a la
personalidad de un hombre funesto, inescrupuloso, radicalmente inmoral, que
aún sigue siendo idolatrado gracias a esos mismos prejuicios. Y a la
capacidad de seducción que le fue propia, siempre preámbulo, cuando se
divorcia de los principios éticos unjversales, de las peores cosas. Y por
ello mismo, por la fuerza de esa seducción, análoga a la de algunas figuras
de la historia que no fueron capaces de entender los límites de lo permitido seguirá siendo
venerado por quienes padecen de izquierdismo. O de
ingenuidad.
Y una pregunta para cerrar esta parte:
¿Hasta cuando ese perverso experimento de adormecimiento de todo un pueblo,
ese patético ejemplo de un totalitarismo tropical producto del atraso y la
ignorancia combinado con la implacable rigidez revolucionaria
manipulada por un puñado de líderes de la mentira que es la
Revolución Cubana, va a seguir siendo objeto de la pleitesía del izquierdismo y el oportunismo político
latinoamericano? Ha sido desde allí de donde ha venido el principal
combustible, ideológico, táctico y material, de lo que hemos sufrido aquí.
Conocemos su largo y oscuro brazo.
II
En estos días, mientras leía las
observaciones de un joven colega (que vive fuera) respecto a lo que escribí
sobre Cultura y Arquitectura, me daba
cuenta de cuan necesario es en nuestro medio y lo escaso que ha sido hasta
ahora para la marcha de las cosas de la arquitectura, el intercambio de
ideas. Llamaba mi atención hacia la necesidad de conocer y valorar
adecuadamente lo que ocurrió aquí en el ámbito privado, paralelamente al
empobrecimiento populista de la arquitectura de las instituciones en el
ámbito público que fue el tema de mis escritos.
Y eso me hizo pensar que la transición
política que se abrirá ante nosotros mañana, tal vez podría acompañar una
transición que podría llamarse cultural en la que estuviese incluido un
debate sobre arquitectura que tratase de saltar por encima de los prejuicios
ideológicos que han silenciado y menospreciado lo ocurrido en el ámbito
privado y oscurecido injustamente los logros (tal vez escasos pero sin duda
de importancia) de un grupo valioso de arquitectos cuya obra tiene vocación
patrimonial y cuyos nombres han sido deliberadamente ignorados por las pocas
voces críticas que han dominado nuestra escena, ensimismadas por décadas ya,
en los lugares comunes de la ideología de raíz marxista. Y en esa misma línea
de pensamiento tengo la esperanza, como lo he dicho siempre al comentar mi
esfuerzo de comunicación, de estimular desde mis argumentos ese aporte
crítico: que haya más gente dispuesta a pensar, a reflexionar sobre lo que
nos ha ocurrido y lo que puede esperarnos, con la idea de sacar en claro
razones para cambiar.
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Pero a la vez que pensaba esas cosas, veía
igualmente claros los límites del discurso que aquí he adelantado. Porque es
importante que insista, lo he hecho en otros momentos, en que no me considero
ni crítico de arquitectura ni historiador, sino, más simplemente, una persona
que desea comunicar públicamente lo que le interesa haciendo énfasis en lo
específico de la mirada del arquitecto. Y reconociendo que en muchos sentidos
he ejercido como crítico, no lo he hecho con el deseo de darle un cariz
académico a los argumentos sino para expresar con mínimo rigor un punto de
vista. No de observador de la arquitectura, sino de arquitecto en ejercicio
que ve a su alrededor con atención. A mi edad soy consciente de que veo todo
lo que acontece desde un punto de vista, que como decía Ortega, es
específico, es singular, es si se quiere personal, y en realidad está
marcado, sesgado podría decirse, por el afán de construir arquitectura. A lo
cual no he renunciado.
Así que las reflexiones expresadas aquí son
sobre todo inquietudes que me han movido directamente, expuestas para alentar
la participación de otros. Exigen acotaciones y precisiones análogas a las
que me hacía el colega.
*********
Y a la vez que reconozco límites surge
entre los motivos para escribir que he tenido hasta ahora uno que ha venido
haciéndose cada vez más fuerte, el de dar testimonio de lo vivido de un modo
libre no necesariamente asociado a un tema sino teniendo como hilo conductor
el deseo de hablar en voz alta de lo vivido. Me enfrento en lo personal,
también, a una transición.
Este ejercicio de escritura ha estado con
bastante frecuencia acompañado de crónicas de carácter muy personal, de
relatos sobre vivencias hasta cierto punto íntimas. Y ello ha sido así porque
me he esforzado en no separar el mundo de la reflexión más amplia de aquel de
la persona que lleva una existencia similar a la de cualquiera y que ha
vivido momentos, ha pasado por experiencias diarias, que guardan (eso es lo
que me he empeñado en transmitir) clara relación con lo que pudiéramos llamar
la formación de ideas sobre temas, cosas y acontecimientos. En una palabra,
he hablado muchas veces desde lo anecdótico, término que no uso porque para
muchos es derogatorio, para ir hacia lo más general.
Por ese camino seguiré distanciándome tal
vez, todavía no lo sé, de lo general. Seguramente hablaré demasiado de cosas
que poca relación directa tienen con la arquitectura pero que buscaré
expresar del modo más transparente posible. Me apoyaré mucho en mis
vivencias.
Al hacerlo así corro el riesgo de alejar de
este espacio a quienes se acercaron a él en otro momento buscando asuntos más
generales con la arquitectura como punto de partida. Porque aunque la arquitectura
siempre estará de algún modo presente discurriré sin tenerla en primer plano.
Estará al acecho.
Ya veremos el resultado.
(Hacer los comentarios a través de la
dirección otenreiroblog@gmail.com)
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jueves, 10 de diciembre de 2015
IZQUIERDISMO-TRANSICIÓN
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